Por: Dra. Ana Carolina Santana– Nutriología Clínica, Nutriología Pediátrica/ @anacarolsan
La obesidad infantil es una realidad mundial, creciente en el tiempo. Se estima que 42 millones de niños en todo el mundo tienen sobrepeso, presente en más de la mitad de los casos en menores de 5 años. Es muy probable que en estos niños con obesidad se mantengan conductas psicosociales que se reflejen en la adultez aumentando la ocurrencia de las denominadas “enfermedades crónicas no transmisibles”, dentro de las que se destacan la diabetes y enfermedades cardiovasculares.
Las variaciones en el estilo de vida y modelos de alimentación son factores reconocidos de manera amplia como causantes de obesidad, sin embargo, la identificación de patrones tempranos que la puedan predisponer, es de suma importancia para el abordaje integral del individuo e impacto en su curso de vida y de generaciones venideras. Una inadecuación nutricional en etapas tempranas de la vida y durante periodos de susceptibilidad puede imprimir cambios en el organismo con consecuencias severas en el adulto.
¿A qué me refiero cuando digo etapas tempranas?
Numerosas investigaciones han demostrado que situaciones hostiles en el embarazo (estado nutricional deficiente, falta de disponibilidad de nutrientes, etc.) resultan en un recién nacido de peso bajo o que no desarrolla sus funciones de forma adecuada, aumentando el riesgo de desarrollar enfermedad, sobre todo si es expuesto a una recuperación rápida del crecimiento en las primeras semanas de vida.
Por otro lado, los hijos de madres con obesidad, con ganancia de peso excesiva o desarrollo de diabetes durante el embarazo, pueden resultar en recién nacidos grandes para su edad gestacional y riesgo de desarrollar obesidad.
En la vida posnatal, prácticas de alimentación inadecuadas en el lactante como no promoción de la lactancia materna e introducción prematura de alimentos con alto contenido en calorías, contribuyen a un crecimiento acelerado y desarrollo de hábitos de alimentación no saludables, que influyen de forma negativa en la composición corporal.
Estas variables, combinadas con factores ambientales contribuyen a la base poligénica o multifactorial de la obesidad primaria, que es su forma más común de presentación, definida como un desbalance entre la energía consumida y gastada que promueve el acúmulo de exceso de tejido adiposo.
Todos estos efectos pueden ser prevenibles pero en nuestro país un seguimiento nutricional durante el embarazo y de forma rutinaria en la infancia con el propósito de favorecer el crecimiento y desarrollo óptimo, no es costumbre. Por lo que se vuelve muy necesaria la intervención nutricional individualizada en estas etapas críticas de la vida, que permita mejorar las condiciones comunitarias de salud, promoviendo hábitos favorables que disminuyan este fenómeno.
Esta columna es la sección educativa de la Sociedad Dominicana de Nutrición Clínica y Metabolismo. Escribe tus preguntas a: sodonuclim@gmail.com / @sodonuclim